FE Y FAMILIA
FE Y FAMILIA
Mary Eberstadt[1]
autora de How The West Really Lost God
analiza la decadencia del cristianismo en Occidente. Explica que la
secularización en occidente no es causada únicamente por al crecimiento del
ateísmo, el progreso material, la educación y el racionalismo. Muchos han
pensado que Nietzsche y la llamada muerte de Dios marcó el inevitable declive
religioso.
Advierte que se debe pensar en la familia y los cambios de
la familia occidental, pues son fundamentales para explicar la secularización.
Sin embargo, la autora sostiene que la modernidad y la
pérdida de la religión no siempre van juntas y agrega que de hecho, Europa
occidental es más secular que Estados Unidos y, a su vez, Escandinavia es el territorio
más secular de todos, donde viven sin familia el mayor número de personas. Escandinavia
es un excelente ejemplo de la tesis del libro: el declive religioso y el
declive familiar; donde van de la mano los poderes como la fertilidad, el
matrimonio, el divorcio y la convivencia.
Mary Eberstadt señala el efecto de la familia en las creencias y prácticas religiosas. Advierte cómo la
sociología convencional asume que el declive religioso conduce al declive
familiar, que las personas primero pierden su cristianismo y luego cambian sus
hábitos de formación familiar. Aunque ella cree que es un entendimiento
demasiado estrecho, y que la relación causal entre las dos instituciones es
mucho más dinámica.
Por ejemplo, sabemos que si las personas están casadas, es
más probable que vayan a la iglesia. También sabemos que si están casados y tienen hijos, es mucho más
probable que lo hagan. Los sociólogos que miran esa conexión han asumido
que ir a la iglesia es solo algo que las personas casadas “hacen”. No se han
preguntado si hechos como casarse y tener familias pueden ser fuerzas causales
por derecho propio, inclinando a algunas personas hacia una mayor religiosidad.
Lo que muestra el panorama es que hay algo en la vida
familiar, en realidad varias factores que llevan a las personas a la iglesia;
en primer lugar: el deseo de ubicar a sus hijos en una comunidad moral; o
el hecho de que muchas personas experimentan el nacimiento como un
acontecimiento cósmico y sagrado; o el hecho de que el cristianismo, como
no lo hace ningún credo secular, ratifica el sacrificio en la vida
familiar.
Nuevamente, la familia y la fe parecen estar operando en una
calle conceptual bidireccional, no unidireccional. Por ejemplo, hay una gran
cantidad de datos que conectan la fortaleza de la familia con los beneficios
económicos y, a la inversa, que conectan el declive familiar con los problemas
económicos.
Hay un cúmulo de datos para que las ciencias sociales
expliquen la separación familiar, incluido el hecho de que los hogares rotos
aumentan estadísticamente, las probabilidades de que los niños tengan problemas
educativos, de comportamiento y de otra índole que impiden su éxito en la
vida; o que el camino más rápido hacia el empobrecimiento es convertirse
en madre soltera; y otras verdades no deseadas que sin embargo están
firmemente establecidas empíricamente. La autora cita al gran científico
social James Q. Wilson quien dijo: hay tantos datos que demuestran los
beneficios de la familia que algunos sociólogos así lo creen.
En el libro, también trata de ver tipos de consecuencias que
son menos familiares pero también evidentes en la inspección, especialmente las
formas en que el declive familiar ayuda a impulsar el declive religioso.
Mary Eberstadt se refiero a la familia "natural", simplemente
a la forma de familia que otras formas pueden imitar pero nunca replicar: es
decir, la forma fundamental basada en los lazos biológicos irreductibles de la
madre, el padre, los hijos y el resto. Esta forma de familia es aquella en
la que el cristianismo ha dependido históricamente, y es la que aparece en los
bancos de las iglesias cristianas tradicionales.
El destino de la familia natural también es importante para
el destino del cristianismo , porque la historia cristiana en sí misma está
saturada de personajes familiares, metáforas y significados. Esta es una
religión, después de todo, que comienza con el nacimiento de un
bebé. Tiene una Sagrada Familia. Entiende el concepto mismo de Dios
como el de un Padre benevolente y amoroso.
Entonces, ¿qué sucede si vivimos en un mundo, como lo
hacemos los occidentales, donde cada vez más personas tienen menos experiencia
de estas cosas? El punto es que la división de la familia introduce una
nueva complejidad para transmitir ciertas características del mensaje
cristiano. ¿Cómo le explicas a Dios el Padre a alguien que ha crecido sin
un padre varón en el hogar? O, ¿cómo se transmite lo que es tan sagrado
acerca de un bebé a las personas que, en un momento de caídas en la tasa de
nacimientos y otros cambios familiares, nunca pueden haber tenido o cuidado
uno? Estos problemas no son insuperables. Pero son problemas que no
existían antes. Una vez más, el cambio familiar y el cambio religioso van
de la mano.
La autora se pregunta por qué el declive de la creencia
cristiana en occidente y responde: porque el cristianismo es una ventaja neta
en la plaza pública moderna. Para empezar, los creyentes religiosos en general
son más felices, más sanos y mucho más caritativos con su tiempo y dinero que
las personas seculares. Por supuesto, todos podemos pensar en excepciones,
pero estas son todavía generalizaciones que se sustentan en las ciencias
sociales perfectamente seculares.
El cristianismo tradicional trata de alentar a las familias
fuertes, por ejemplo, y en la medida que tiene éxito, esta prioridad
institucional también tiene un beneficio social claro.
Se puede argumentar que el creciente estado de bienestar en
sí mismo no existiría sin la fractura del hogar occidental, porque gran parte
de lo que hace el estado de bienestar es servir como padre y proveedor
sustituto, para hacer el tipo de cosas que solían ser de las familias
autosuficientes.
Siempre hay algo que hacer para revitalizar la fe y la familia. Si se
entiende que “la importancia de la familia para la fe” no es solo retórica,
sino una conexión orgánica profunda a la que deben prestar atención, entonces
la revitalización es siempre importante en la iglesia y la parroquia.
Tener familia es un trabajo arduo, por lo que las personas preocupadas
por la familia como una institución podrían pensar en todo lo que faciliten a
las personas que viven en ellas, como en la salud (material y espiritual), la
educación, el cuidado de niños, o grupos
de oración de madres son cosas pequeñas
pero significativas. Las iglesias naturalmente hacen algunas de estas cosas,
pero podrían hacerlo mejor o más vigorosamente. Una vez más, es tentador
que el estado del bienestar se haga cargo de lo que las pequeñas instituciones
como las iglesias pueden hacer mejor y con mayor sensibilidad y eficiencia, y
esa es una tentación que debe ser resistida para que las iglesias construyan
comunidades más vibrantes. En efecto, las iglesias tienen que competir con
el estado ofreciendo mejores servicios comunitarios.
La pregunta que surge es qué pasará con ese estado de
bienestar moderno que tanto ha contribuido al declive de la familia y que
también surge como un sustituto costoso para la familia. ¿Es sustentable
el estado de cuidado desde la cuna hasta la tumba, o no lo es? Las
tendencias demográficas y económicas, especialmente en partes de Europa
occidental, sugieren que la respuesta a largo plazo podría ser
negativa. Difícil ver cualquier institución diferente a la familia. Aun así, ambas instituciones han
trabajado en la historia, como lo señala el libro. No es difícil imaginar
que el renacimiento vuelva a suceder.
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