Óscar Romero: Predicador del amor y la justicia
Sanadores y reformadores
Óscar Romero: Predicador del amor y la justicia
Miércoles, 15 de enero de 2025
No nos cansemos de predicar el amor, porque ésta es la fuerza que vencerá al mundo. No nos cansemos nunca de predicar el amor. Aunque veamos olas de violencia que vienen a ahogar el fuego del amor cristiano, el amor debe triunfar. Es lo único que puede.
—Óscar Romero, homilía, 25 de septiembre de 1977
El erudito en religión Kerry Walters escribe sobre la vida transformadora de Monseñor Óscar Romero.
Óscar Romero [1917–1980], arzobispo de San Salvador, fue asesinado a tiros el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la Misa. Durante los días siguientes, su cuerpo permaneció en la catedral donde había predicado tantas veces. Miles de personas desfilaron ante su ataúd, muchos de ellos campesinos, agricultores sin tierra y trabajadores del campo, que habían viajado kilómetros para estar allí.
No habían venido sólo para presentar sus respetos a un dignatario de la Iglesia, aunque eso era ciertamente parte de ello. Vinieron porque amaban a Romero. Durante los tres años que sirvió como su arzobispo, lo conocieron como un padre que se interponía entre ellos y un gobierno mortífero. Ahora que se había ido, no sólo se sentían huérfanos, estaban aterrorizados...
[Romero] fue acusado de ser comunista, agitador, títere soviético, tonto crédulo, imprudente, poco inteligente y un mal sacerdote. La calumnia que se le lanzó agrió sus relaciones con el Vaticano, lo que llevó a una humillante reprimenda curial durante su vida y a obstrucciones en su canonización después de su muerte. Pero Romero tenía claro en su propia mente y conciencia que estaba haciendo la obra de Cristo, no jugando a la política del poder. [5]
En una homilía pronunciada en 1978, Monseñor Romero instó a las comunidades y a los individuos a reconocer cómo sus acciones tenían el poder de convertir y transformar el mundo:
Una comunidad cristiana se evangeliza para evangelizar. Se enciende una luz para dar luz. “No se enciende una vela y se pone debajo de un canasto”, dijo Cristo, “se la enciende y se la pone en alto para que alumbre” (Mt 5,15). Esa es la verdadera comunidad. Una comunidad es un grupo de mujeres y hombres que han encontrado la verdad en Cristo y en su Evangelio y se unen para seguir con más decisión el camino de la verdad. No se trata sólo de una conversión individual sino de una conversión comunitaria. Una comunidad es una familia que cree; es un grupo donde cada miembro acepta a Dios y se siente fortalecido por los demás. En sus momentos de debilidad, se ayudan y se aman mutuamente; irradian la luz de su fe como ejemplo para los demás. Cuando eso sucede, los predicadores ya no necesitan predicar, porque hay cristianos cuya vida misma se ha convertido en una forma de predicación.
Lo dije una vez y lo repito hoy, hermanas y hermanos, que si un día triste nos silencian la radio y nos impiden escribir en nuestro periódico, entonces todos ustedes que creen deben convertirse en micrófonos, emisoras y altavoces, no hablando, sino viviendo la fe. [6]
5 Kerry Walters, Saint Oscar Romero: Pastor, Prophet, Martyr (Franciscan Media, 2018), xi, xiv–xv.
6 Óscar Romero, “The Church: A Communion of Life, Love, and Truth for the World’s Salvation,” homily, October 29, 1978.
Comentarios
Publicar un comentario