La Simplicidad del Amor Divino

La generosidad no ganada e inmerecida es un elemento o una extensión de lo divino, que se revela en nuestra experiencia vivida espontánea, no planificada, a veces desordenada, tan pequeña como una gota de agua requiere manos abiertas para recibirla. 

 

Gracia Radical      

 

La Simplicidad del Amor Divino 

Viernes, 14 de marzo de 2025 

  

El Padre Richard enfatiza la claridad y simplicidad de confiar en la gracia divina: [6] 

  

El hermano franciscano inglés Guillermo de Ockham (c. 1285-c. 1349) tenía un principio fundamental llamado "la navaja de Ockham" (usando la grafía latina de su nombre). Como él mismo lo expresó: "La respuesta que requiere menos suposiciones es probablemente la correcta". Si sus estudiantes querían descubrir la verdad de algo, los animaba a "eliminar" tantas suposiciones, creencias o explicaciones complejas como fuera posible. Ockham creía que la gran verdad puede ser misteriosa, pero nunca es compleja. La mejor respuesta es casi siempre la más simple. 

  

He descubierto que los profetas maduros son aquellos que simplifican todas las cuestiones de justicia, recompensa y castigo con una simple apelación al amor divino. El cuidado infinito y abnegado de Dios es la única premisa, causa, factor o posible variable necesaria en el drama de la creación. Todo lo demás debe ser eliminado, pues crea una complejidad innecesaria e inútil que solo confunde el alma y la mente. 

  

Esta es la naturaleza de la religión madura y mística simple y clara. Eliminamos todas las premisas y juicios religiosos posibles y reconstruimos la religión sobre una sola convicción —el amor divino que solo se puede experimentar, no demostrar mediante la lógica racional. Los profetas afirman tener esa experiencia divina y nos dicen que nosotros también podemos y debemos tenerla. Este es su fundamento absoluto y su centro radical sobre el que se construye todo el resto de su mensaje, y los distingue de cualquier otro tipo de maestro. Cualquier obstáculo a este amor divino y absoluto debe ser eliminado. Este es el propósito de la crítica sagrada practicada por profetas como Amós, Jeremías, Ezequiel e Isaías. 

  

Los profetas —y Jesús— son quienes tienen la valentía de hacer del amor divino la fuente, la meta, el criterio y la norma de toda moralidad y comportamiento humano. Las preguntas para todos nosotros deberían ser, en última instancia, ¿qué está haciendo Dios? y ¿cómo actúa Dios? 

  

No podemos desmantelar la violencia que encontramos en el mundo si permitimos que las amenazas y las promesas sean el marco general del cristianismo, ni de ninguna creencia religiosa o secular. Este dualismo —la idea de un Dios infinito atrapado en una ingenua cosmovisión de recompensa/castigo— debe desecharse por el evangelio más profundo de la gracia radical, el amor incondicional y el verdadero respeto, o nada cambiará jamás. Las personas amorosas que he conocido en todo el mundo parecen saber que, si es amor, tiene que ser amor para todos. En cuanto empezamos a repartirlo, no estamos en el gran ámbito del amor. 

  

Los profetas quieren que amemos a Dios por encima de todo, 

y que seamos amados por Dios por encima de todos los demás.  

Lo cual conducirá, y llevará, a un amor universal. 

La manera de rescatar a quienes preferiríamos condenar. 

Esa es la conclusión a la que llegaron con tanto esfuerzo los profetas, 

 su victoria entre lágrimas. 

 ¿Hay otra forma de ganar? 

 

 

 

6 Adaptación de Richard Rohr, The Tears of Things: Prophetic Wisdom for an Age of Outrage (Convergent, 2025), 142–143, 151, 157, 159.

 

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