Lección uno: la vida es dura
La
realidad nos inicia
Lección uno: la vida es dura [1]
El
Padre Richard Rohr presenta el tema de Meditación diaria de esta semana sobre
"La realidad que nos inicia", abordando nuestra actual crisis global
como una experiencia de iniciación colectiva que todos estamos experimentando.
Debes
estar enfermo y cansado de estar enfermo y cansado antes de que comience la
recuperación. ─Sabiduría de los doce
pasos
Toda gran espiritualidad tiene
que ver con lo que hacemos con nuestro dolor. La creación tiene la forma de
sabiduría; y no nos atrevemos a evitarla, pues, literalmente perderemos nuestra
alma. Podemos obedecer los mandamientos, creer en las doctrinas y asistir a los
servicios de la iglesia durante toda nuestra vida, y aun así perder diariamente
nuestras almas si huimos del ciclo necesario de pérdida y reafirmación. La
muerte y la resurrección se viven en todos los niveles del cosmos, pero solo
una especie cree que puede evitarlo: la especie humana.
Me temo que muchos de nosotros
con privilegios, en los Estados Unidos y el mundo occidental, hemos sido muy
ingenuos sobre el dolor y el sufrimiento. Simplemente no tenemos tiempo para
eso. Sin embargo, al tratar de manejar todo el sufrimiento a través de la
fuerza de voluntad, la negación, la medicación o incluso la terapia, olvidamos
algo que debería ser obvio: no manejamos el sufrimiento; el sufrimiento nos maneja de manera profunda y misteriosa,
convirtiéndose en la matriz misma de la vida y especialmente de la vida nueva.
Solo el sufrimiento y ciertos tipos de temor nos llevan a experiencias
genuinamente nuevas. Todo lo demás es simplemente la confirmación de la antigua
experiencia.
Para mí es asombroso que la
cruz o el crucifijo se convirtieron en el logo central del cristiano, cuando su
mensaje, bastante obvio de inevitable de sufrimiento, es agresivamente
incrédulo en la mayoría de los países, individuos e iglesias cristianas.
Estamos claramente en el ascenso, la realización y la acumulación. La cruz se
convirtió en un simple tótem, una pieza de joyería. Convertimos el símbolo de
Jesús en una teoría de expiación sustitutiva mecánica y distante, en lugar de
un proceso de unificación muy personal e intensa, la verdadera realidad del
desarrollo del amor. Perdimos el significado positivo y redentor de nuestro
propio dolor y sufrimiento. Fue algo que Jesús hizo por nosotros (sustituto),
pero no algo que nos revelaba e invitaba a seguir el mismo patrón. No somos
castigados debido a nuestros pecados,
somos castigados por nuestros pecados
(como la ceguera, el egocentrismo, las ilusiones, o el orgullo).
Parece que, nada menos que
algún tipo de dolor, nos obligará a soltar nuestras pequeñas explicaciones y
nuestras ilusiones egoístas. La
resurrección siempre se cuidará sola, siempre que se confíe en la muerte.
Es la cruz, el viaje a la noche necesaria, de la cual estamos convencidos, y
luego se ofrece la resurrección es como un regalo.
En este tiempo de sufrimiento nos
preguntamos, ¿qué haremos con nuestro dolor? ¿Culparemos a otros por ello? ¿Trataremos
de arreglarlo? Nadie vive en esta tierra sin ella. Es la gran maestra, aunque
ninguno de nosotros quiere admitirlo. Si no transformamos nuestro dolor, lo
transmitiremos de alguna forma. ¿Cómo podemos estar seguros de no transmitir
nuestro dolor a los demás?
[1] Adaptación de Richard Rohr, Adam’s Return: The Five Promises of Male
Initiation,
(Crossroad Publishing Company: 2004), 35–39.
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