Paradoja liminal
Espacio Liminal
Paradoja
liminal
Sheryl
Fullerton, editora y autora con quien he trabajado durante muchos años, recibió
un diagnóstico de cáncer hace dos años que requirió una cirugía difícil. Al
igual que muchas personas que están en fervientes viajes espirituales, permitió
que la experiencia dolorosa y desafiante la transformara y la guiara hacia una
mayor sabiduría.
[1] Cuando
nos encontramos en el espacio liminal, ¿importa si somos empujados o si saltamos?
De cualquier manera, no estamos donde o lo que estábamos antes, ni sabemos cómo
o dónde aterrizaremos en nuestra nueva realidad. Estamos, como escribió el
antropólogo Victor Turner (1920–1983), en ni una cosa ni la otra. En ese
espacio ─que es mental, emocional, físico y espiritual─ estamos
desestabilizados, desorientados. Las viejas costumbres, los hábitos y las
comodidades son ahora del pasado, el futuro es desconocido. Solo deseamos que
ese tiempo termine. Posiblemente estamos impacientes por atravesarlo rápidamente,
con la menor angustia posible, aunque eso no sea probable. . . .
Pero, ¿qué pasaría si ahora pudiéramos elegir experimentar
este espacio y tiempo liminales, así de incómodos? . . . un lugar y un estado
de creatividad, de construcción y deconstrucción, elección y transformación [?]
Entonces, me pregunto si es también el reino del Espíritu Santo, nuestro
consolador, que no quita la inmensidad y la posibilidad de este tiempo de
umbral abierto, pero nos invita a dejar nuestros miedos y molestias para ver
qué más hay, por difícil que sea. . .
La transformación en este tiempo liminal de tratamiento y
recuperación del cáncer fue mi reconocimiento de que la asombrosa
vulnerabilidad que estaba experimentando no era debilidad, ni vergüenza, sino
la fuente de lo que me permitiría sobrevivir y, finalmente, desarrollarme bien.
Permití que otros me vieran ─no solo mi cara deshecha y torcida, sino también
mi dolor, tristeza, desilusión y desánimo, así como mi gratitud, resistencia,
alegría y mejoría. . . .
Al igual que Jonás en el vientre del monstruo marino, nos
llevan a donde no queremos ir ─no una vez, sino muchas veces en nuestras vidas.
Al morar en un espacio liminal inquietante, ya sea que nos empujen o saltemos,
nos vemos obligados a recurrir a recursos y posibilidades que quizás no hayamos
aprovechado antes. En el espacio desconocido entre aquí y allá, más joven y más
viejo, pasado y futuro, la vida pasa. Y, si asistimos, podemos sentir al
Espíritu Santo moviéndose con nosotros de una manera que quizás no nos demos
cuenta en otros tiempos. En el tiempo y el espacio liminales, podemos aprender
a dejar que la realidad ─incluso en su oscuridad─ sea nuestra maestra, en lugar
de vivir en la ilusión que la estamos creando. Podemos entrar en la paradoja
liminal: un tiempo y espacio inquietante que no solo nos destruye, sino que
también nos ofrece la opción de vivir en él con feroz vitalidad, libertad,
santidad, compañía y conciencia de Presencia.
[1] Sheryl Fullerton, “What Else Is
There?,” “Liminal Space,” Oneing, vol. 8, no. 1 (CAC Publishing: 2020), 77–78, 79–80.
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