¿Cuál es nuestra tarea? Cuidado y esperanza.
Comprometerse con un Mundo en Llamas
¿Cuál es nuestra tarea? Cuidado y esperanza.
martes, 9 de enero de 2024
Para la teóloga Sallie McFague (1933-2019), afrontar la verdad de las crisis mundiales es el primer paso hacia la acción amorosa y el cambio. [4]
Sin duda, la tarea más difícil que enfrentamos cuando finalmente reconocemos nuestra responsabilidad por la salud planetaria se resume en una pequeña palabra: esperanza. ¿Es posible tener alguno? Cuanto más aprendemos del cambio climático —el futuro apocalíptico que nos espera si no hacemos cambios profundos y rápidos en el uso de combustibles fósiles— más desesperados nos volvemos... Parece que los humanos no queremos vivir de manera diferente —justa y sostenible— en la medida necesaria para salvarnos a nosotros mismos y a nuestro planeta. El obstáculo más difícil de superar es, entonces, nuestra propia falta de esperanza. La cuestión no puede dejarse de lado. Es importante afrontar los hechos….
No será solo un mundo con menos agua, más calor y menos especies de plantas y animales; será una guerra de clases violentas por los recursos, el colapso de la civilización en todos los niveles y el fin de ciertas facetas de la vida ordinaria que hemos esperado...
Debemos permitir que nuestra imaginación comience a vivir dentro del mundo que la ciencia responsable nos dice que será nuestro destino a menos que se realicen pronto cambios drásticos. Debemos hacer esto para poder reconocer dónde reside realmente nuestra esperanza: no en nosotros, sino en el poder del amor y la renovación que vive dentro del universo, el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios [y nuestra cooperación con el Espíritu].
McFague describe una esperanza llena de fe que fundamenta nuestro compromiso con un mundo en llamas:
Al considerar la base de nuestra esperanza, recordemos quién es Dios. Debemos y podemos cambiar nuestras costumbres, vivir de manera justa y sostenible en nuestro planeta, gracias a Dios, no a causa de nosotros mismos. La esperanza que tenemos reside en la trascendencia radical de Dios…. La trascendencia de Dios —el poder de Dios de amor creativo, redentor y sustentador— está más cerca de nosotros que nosotros mismos. Dios es el medio, la fuente de poder y amor en el que existe nuestro mundo, nuestro mundo frágil y en deterioro. No se deja que el mundo se las arregle solo, ni Dios es “además” de nada, de todo. Más bien, Dios es la vida, el amor, la verdad, la bondad y la belleza que empoderan al universo y brillan desde él….
Así, el “misticismo” es simplemente esta conciencia de la presencia de Dios en, a través y con todo para su bienestar…. Curiosamente, esta fe, no en nosotros mismos, sino en Dios, puede liberarnos para vivir una vida de cambio radical. Quizás sea lo único que pueda. No confiamos en esa esperanza como una forma de escapar de la responsabilidad personal — “Deja que Dios lo haga” —, sino que esta esperanza nos libera de la presión de los resultados para que podamos sumar nuestros mejores esfuerzos a la tarea que tenemos entre manos.
4 Sallie McFague, A New Climate for Theology: God, the World, and Global Warming (Minneapolis, MN: Fortress Press, 2008), 168, 169, 171.
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