El verdadero encuentro
En nuestro profundo y sensible espacio interior hay una luz brillante que atender y cuidar.
Cuidar el fuego interior
El verdadero encuentro
viernes, 12 de abril de 2024
El verdadero encuentro con Cristo libera algo en nosotros, un poder que no sabíamos que teníamos, una esperanza, una capacidad de vida, una resiliencia, una capacidad de recuperarnos cuando pensábamos que estábamos completamente derrotados, una capacidad de crecer y cambiar, un poder de transformación creativa.
—Thomas Merton, Ha resucitado
El padre Richard enseña que la esencia de la oración contemplativa es la presencia y el amor: [8]
La oración no es decir palabras o tener pensamientos. Es un encuentro y una postura de vida. Es una manera de vivir en la Presencia, con conciencia de la Presencia e incluso disfrutando de la Presencia. Las personas plenamente contemplativas son más que conscientes de la Presencia Divina; confían en ello, lo permiten y se deleitan en ello.
El secreto contemplativo es aprender a vivir en el ahora, que no es tan vacío como podría parecer o como tememos. Trate de darse cuenta de que todo está bien aquí, ahora mismo y que Dios está en este momento sin culpar. Cuando somos capaces de experimentar eso, saborearlo y disfrutarlo, no necesitamos agarrarnos a ello.
Debido a que la mayoría de nuestros momentos no los saboreamos ni estamos en la Presencia, nunca estamos satisfechos. Creamos una abundancia artificial y queremos conservarla. Pero no hay nada a qué agarrarnos cuando comenzamos a saborear la plenitud del ahora. Dios está ahora en esto o no está en absoluto. Si el ahora nunca ha sido suficiente, siempre estaremos agarrando. He aquí una prueba de fuego: si nos exigimos y a los demás, aún no hemos encontrado el secreto de la felicidad. Este momento está tan lleno de la Presencia Divina como puede serlo.
El momento presente no tiene competencia; no se juzga comparándose con otros. Nunca sucedió y nunca sucederá. Pero cuando estoy compitiendo, no estoy enamorado. No puedo llegar a amar porque busco una nueva forma de dominar. La forma como sabemos que este pensamiento no es la verdad es que Dios no nos trata así. Los místicos, los que realmente oran, lo saben. Quienes entran profundamente en el gran misterio no experimentan un Dios que compara, diferencia y juzga. Experimentan el Dios que todo lo abarca, que reconoce la imagen divina en todos los individuos.
Para Jesús, la oración parece ser la espera en el amor. El regreso al amor. Confiar en ese amor es la corriente más profunda de la realidad. Por eso la oración no es principalmente palabras; es una actitud y una postura. Por eso Pablo pudo decir: “Oren siempre; orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Si interpretamos que eso requiere palabras, seguramente es imposible. Tenemos muchas otras cosas que hacer. Sin embargo, podemos orar incesantemente si encontramos el arroyo y sabemos chapotear en sus aguas. La corriente fluirá a través de nosotros; todo lo que tenemos que hacer es continuar ahí.
8 Adaptación de Richard Rohr, Everything Belongs: The Gift of Contemplative Prayer, rev. ed. (New York: Crossroad Publishing Company, 1999, 2003), 31, 60–61, 65–66, 81.
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