Pureza de corazón

Cuando dejamos ir cualquier cosa que no sea lo que está aquí y ahora, podemos volar. 

 


El camino a la simplicidad 

 

Pureza de corazón 

Domingo 28 de abril de 2024 

Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra. 

—Juan 4:34 

  

No puedo hacer nada por mi cuenta. Juzgo según mi Padre me ordena, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 

—Juan 5:30 

  

Padre mío, si es posible, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. 

—Mateo 26:39 

  

Richard Rohr encuentra un modelo de sencillez en la determinación y la pureza de corazón de Jesús. 

  

Cuando leemos las declaraciones anteriores, queda bastante claro que Jesús era totalmente sincero. Su vida se trataba de hacer la voluntad de Aquel que lo envió, Aquel a quien amaba sobre todo. Para Jesús, fue así de simple. A medida que crecemos espiritualmente, nuestras vidas se vuelven cada vez más centradas y simples. Sólo hay unas pocas cosas que importan y, en última instancia, sólo una. [1] 

  

Como lo expresó tan bellamente Søren Kierkegaard, “la pureza de corazón es querer una cosa”. [2] No es de extrañar que Jesús dijera que los limpios de corazón verían a Dios (Mateo 5:8). Sólo ellos mantienen sus ojos en una dirección constante y consistente, y así superan las divisiones creadas por los corazones divididos y las lealtades que atormentan al resto de nosotros. [3] 

  

Al igual que Jesús, mi padre espiritual Francisco de Asís (1182-1226) estaba unido a la Fuente. Realmente experimentó una participación radical en la vida misma de Dios. Ese conocimiento práctico de su valor y su verdadera identidad le permitió a Francisco renunciar al estatus, los privilegios y la riqueza. Francisco sabía que era parte del plan de Dios, conectado con la creación y con otros seres, inherentemente en comunión y en amor. Francisco enseñó a sus seguidores a no poseer nada para no ser propiedad de sus posesiones. Francisco dijo: 

  

¡Mis hermanos! ¡Mis hermanos! Dios me ha llamado por el camino de [la humildad] y me mostró el camino de la sencillez…. Y el Señor me dijo lo que quería: quería que yo fuera un nuevo tonto en el mundo. Dios no quiso guiarnos por ningún otro camino que este conocimiento. [4] 

  

Si no vivimos desde nuestro propio centro de conexión y comunión con Dios, iremos dando vueltas en torno a otras cosas. El objetivo de toda religión es llevarnos de regreso al lugar donde todo es uno, a la experiencia de la unidad radical con toda la humanidad y toda la creación y, por tanto, a la experiencia de la unidad con Dios, el Gran Incluyente de todo. [5]  

 

Cuando vivimos con conciencia pura, dejando que el ser desnudo de toda la realidad toque nuestro propio ser desnudo, experimentamos una participación fundamental. Gracias a esa plenitud una sensación de satisfacción y de suficiente interioridad nos resulta mucho más fácil vivir con sencillez. Nos damos cuenta de que no “necesitamos” tanto. Hemos encontrado nuestra satisfacción en un lugar interior, en un nivel interior más profundo. Podemos aprovechar esta abundancia y compartirla libremente con los demás. [6]  

 

 

1 Adaptación de Richard Rohr, “Life Coming to a Focus,” homily, March 7, 2020. 

2 Søren Kierkegaard, Upbuilding Discourses in Various Spirits, ed. and trans. by Howard V. Hong, Edna H. Hong (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1993), 24. 

3 Adaptación de Richard Rohr, foreword to Francis and Jesus, by Murray Bodo (Cincinnati, OH: Franciscan Media, 2012), xii–xiii. 

4 The Assisi Compilation, chap. 18, in Francis of Assisi: Early Documents, vol. 2, The Founder (New York: New City Press, 2000), 132–133. 

5 Adaptación de Richard Rohr, Simplicity: The Freedom of Letting Go, rev. ed. (New York: Crossroad Publishing, 2003), 89. 

6 Adaptación de Richard Rohr, The Great Chain of Being: Simplifying Our Lives (Albuquerque, NM: Center for Action and Contemplation, 2007). Available as MP3 audio download.

 

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