Más allá de la virtud privada

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Más allá de la virtud privada 

Domingo, 27 de octubre de 2024 

   

El padre Richard Rohr reconoce que el hecho de centrarse en la religión, como una cuestión de creencia personal ha desalentado a algunos cristianos a participar en la acción política. 

  

Para muchas personas, la política y la religión son temas tan personales que ninguno de los dos se considera apropiado para discutir públicamente. Si bien la separación de la iglesia y el estado es una protección importante para todas las religiones, no significa que nosotros, como personas de fe, no debamos participar en nuestros deberes cívicos y en el proceso político. La idea de “mantenerse al margen de la política” no proviene de Dios. Mi sensación es que surge de nuestro pensamiento egoísta y dualista al que le cuesta escuchar una perspectiva diferente o aprender algo nuevo. [1] 

  

El cristianismo en sus primeros dos mil años ha mantenido su moralidad principalmente privada, personal, interior, fervorosa y vinculada al cielo, con muy pocas implicaciones directas para nuestra vida económica, social o política colectiva. La política y la religión permanecieron en gran medida en dos ámbitos distintos, a menos que la religión se uniera con los imperios. Sí, buscamos la protección imperial de Roma y Constantinopla, sin darnos cuenta del precio que tendríamos que pagar por un compromiso de ese tipo con los valores evangélicos fundamentales. 

  

Esta conveniente división adoptó la forma de un mundo interior o un mundo exterior. Se suponía que nosotros, los religiosos, éramos el mundo interior, mientras que el mundo exterior se dejaba en manos de políticos, científicos y trabajadores de todo tipo. Ahora todo esto nos está alcanzando, ya que incluso el mundo interior ha sido superado en gran medida por la psicología, la literatura y el enorme mundo de la autoayuda. ¡Cada vez menos gente espera que la religión tenga algo que decir sobre el mundo interior o el exterior! Pero si no profundizamos y entramos, no podemos llegar lejos y a lo ancho. 

  

En mi opinión, la razón por la que perdimos nuestra autoridad cristiana es porque no hablamos muy bien del mundo interior. Estábamos mucho más centrados en creer en doctrinas, practicar rituales y seguir requisitos, que no son, en sí mismos, internos o profundos. Francamente, el budismo hablaba de la transformación interior mucho mejor que las tres religiones monoteístas. Nosotros los cristianos no conectamos lo interior con lo exterior lo cual es consecuencia de no profundizar lo suficiente. El cristianismo ahora se ha vuelto cada vez más irrelevante, a menudo para las mismas personas que quieren profundizar y llegar lejos. Nos desconectamos tanto de lo político el bienestar del pueblo de Dios en su conjunto y del foro público que pronto no tuvimos mucho que decir. 

  

No estoy hablando de política partidista aquí, sino simplemente de la conexión del mundo interior con el mundo exterior. Hemos permitido que la palabra partidista sea el primer y a veces único significado de la palabra política y por eso la gente ni siquiera nos permite predicar un mensaje puramente evangélico desde el púlpito ¡porque podría sonar “político”! 

  

Este es mi punto principal: no existe tal cosa como ser apolítico. Todo lo que decimos o hacemos afirma o critica el status quo. Incluso no decir nada es decir algo: el status quo incluso si es enormemente injusto y engañoso aparentemente está bien. Esta postura “apolítica” es una ilusión que debemos superar. [2] 

 

 

 

1 Richard Rohr, “Affirm or Critique,” Daily Meditation, November 17, 2019 

2 Adaptación de Richard Rohr, introduction to ONEING 5, no. 2, Politics and Religion (Fall 2017): 11–12. Available as PDF download.

 

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