¿Por qué es importante la sal?
Así como estas manos mueven el polvo del mundo que las rodea, nosotros también podemos influir en el mundo (ojalá para bien), siendo sal y luz.
Ser Sal y Luz
¿Por qué es importante la sal?
Martes, 31 de diciembre de 2024
La escritora espiritual Debie Thomas analiza la importancia de la sal para los primeros oyentes de Jesús: [4]
Hasta hace relativamente poco tiempo en la historia de la humanidad, la sal era uno de los productos más buscados. Los antiguos creían que la sal alejaba a los malos espíritus. Los pactos religiosos solían sellarse con sal. La sal se utilizaba con fines medicinales, para desinfectar heridas, detener hemorragias, estimular la sed y tratar enfermedades de la piel... Cuando Jesús llama a sus oyentes “la sal de la tierra”, está diciendo algo profundo, algo que es fácil pasar por alto en nuestro contexto del siglo XXI.
En primer lugar, nos está diciendo quiénes somos. Somos sal. No se “supone que seamos” sal, ni se nos “anima a convertirnos” en sal, ni se nos promete que “si nos convertimos” en sal, Dios nos amará más. El lenguaje que utiliza Jesús es 100 por ciento descriptivo; es una declaración de nuestra identidad. Somos la sal de la tierra. Somos lo que realza o amarga, alivia o irrita, derrite o pica, preserva o arruina. Para bien o para mal, somos la sal de la tierra, y lo que hacemos con nuestra salinidad importa. Importa mucho. Querámoslo o no, nos demos cuenta o no, seamos intencionales o no, impactamos el mundo en el que vivimos.
Thomas describe el impacto de la sal en todo lo que toca.
La sal no existe para preservarse a sí misma; existe para preservar lo que no es ella misma… La sal está destinada a realzar, no a dominar. La salinidad cristiana sana; no hiere. Purifica; no deseca. Suaviza; no destruye…
Una de las grandes tragedias del cristianismo histórico ha sido su incapacidad para comprender esta distinción. La sal falla cuando domina. En lugar de suscitar bondad, destruye el rico potencial que la rodea. La sal derramada sin discreción deja una sensación de quemado y amargo a su paso. Arruina lo que intenta realzar. Repele.
Esta es, lamentablemente, la reputación que tiene el cristianismo en estos días. Se nos conoce como la sal que exacerba las heridas, irrita las almas y arruina la bondad. Se nos considera arrogantes, dominantes, desagradables y desinteresados en realzar nada más que a nosotros mismos. Se nos conoce por acaparar nuestro poder, no por regalarlo. Se nos conoce por avergonzar, no por bendecir. Se nos conoce por usar nuestras palabras para quemar, no para sanar.
Esto no es lo que Jesús pretende cuando nos llama la sal de la tierra... La sal en su mejor forma sostiene y enriquece la vida. Se derrama con discreción para que el reino de Dios pueda ser conocido en la tierra —un reino de especias y sabor, un reino de salud y plenitud, un reino de variada profundidad, sabor y complejidad.
En su Sermón del Monte, Jesús concreta la obra del amor, la compasión, la sanación y la justicia. No basta con creer. No basta con disfrutar de nuestra bienaventuranza mientras la creación arde. Ser bienaventurados, ser sal, ser seguidores de Jesús, es tomar en serio lo que significa nuestra identidad.
4 Debie Thomas, Into the Mess and Other Jesus Stories: Reflections on the Life of Christ (Eugene, OR: Cascade Books, 2022), 164, 165, 166.
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