Lección dos: no eres importante


La realidad nos inicia
Lección dos: no eres importante [1]

Richard Rohr presenta el tema de Meditación diaria de esta semana sobre "La realidad que nos inicia", abordando nuestra crisis global actual como una experiencia de iniciación colectiva que todos estamos experimentando.

Oh Dios, si te adoro con miedo al infierno, quémame en el infierno. Si te adoro con la esperanza del paraíso, sácame del paraíso. Pero si te adoro por tu propio bien, no me ocultes tu belleza eterna. —Rábi‘a (717–801), místico y poeta islámico

Cuando estamos dispuestos a transformarnos, dejamos de perder el tiempo teorizando, proyectando, negando o evitando nuestra propia resistencia al ego. El verdadero maestro espiritual no tiene miedo de darnos una dosis de humillación. Si inmediatamente rechazamos algún golpe menor a nuestro ego, el maestro sabe que todavía no se ha producido una transformación básica en nuestro Verdadero Ser. Se necesita un maestro o mentor magistral para enseñarnos que no somos importantes. De lo contrario, la realidad misma nos enseña: las situaciones dolorosas de la vida tienen que desmantelarnos ladrillo a ladrillo, década a década.

Jesús sabía que necesitaba desestabilizar el falso yo, y separarlo antes de que pudiera entender que tenía un Verdadero Yo, pero desestabilizar nuestros sistemas de seguridad y nuestro ego siempre es difícil de vender. Él dice: "¿De qué le sirve a una persona ganar el mundo entero y perder el alma?" (Lucas 9:25). Típicamente, son los profetas quienes han deconstrido el ego y el grupo, mientras que los sacerdotes y pastores deben reconstruirlos en la unión divina. Como Dios dijo en la visión inaugural de Jeremías: "Tu trabajo es desarmar y demoler, y luego comenzar de nuevo a construir y plantar" (Jeremías 1:10).

Los verdaderos maestros, como Jeremías y Jesús, son profetas y pastores, por eso su enseñanza es casi demasiado para nosotros. Ambos deconstruyen y reconstruyen. Pero la única razón por la que nos pueden decir que no somos importantes es porque también nos anuncian nuestra importancia infinita y no ganada. Quizás la razón por la cual debemos recordar la primera verdad es porque ya no creemos en la segunda. Ya no permitimos que nuestro ser separado sea humillado porque ya no creemos en el Gran Ser.

Nuestra personalidad y nuestra propia imagen son todo lo que tenemos.

Cada parábola o enigma espiritual, cada una de las preguntas confusas de Jesús tienen la intención de plantear las limitaciones de nuestra propia sabiduría, poder o pequeño ser. Si aún no hemos tocado nuestra esencia, continuaremos construyendo estructuras de ego en defensa de nuestra forma momentánea. La mayoría de los occidentales ya no toleran cuando nuestros pequeños seres son ignorados, subvertidos o humillados. Parece que estamos perdidos en un torbellino de imágenes, todas pasando y cambiando semana a semana.

Con todos nosotros experimentando globalmente nuestra vulnerabilidad común a este virus, podemos aprender la lección de que somos uno en nuestra humanidad. Nadie es más importante que nadie. La impotencia es el comienzo de la sabiduría, como dicen los Doce Pasos. Todo lo que finalmente podemos hacer es rezar para permitir el flujo de la presencia del Espíritu dentro de nosotros. Si no hay agua viva fluyendo a través de nosotros, ¡debemos orar por el deseo de que fluya! Una vez que el deseo de algo más se agita y reconoce, es solo cuestión de tiempo. DE nuevo, nada menos nos satisfará totalmente.



[1] Adaptación de Richard Rohr, Adam’s Return: The Five Promises of Male Initiation, (Crossroad Publishing Company: 2004), 54–56, 59. 
Epitaph adapted from Translations of Eastern Poetry and Prose, Reynold A. Nicholson (Cambridge University Press: 1922), 135–136. 

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