Presencia Real
Realidad Sacramental
Presencia Real
Lunes, 25 de abril de 2022
En su libro El Cristo Universal, el Padre Richard comparte que escribió con “gran alegría” esta enseñanza sobre la Eucaristía el Domingo de Pascua de 2017: 1
Cuando Jesús pronunció las palabras “Esto es mi Cuerpo”, creo que se refería no solo al pan que tenía delante, sino a todo el universo, a todo lo que es físico, material y, sin embargo, también lleno del espíritu.
Ver la Eucaristía como un milagro no es realmente el mensaje. Puedo ver por qué lo celebramos tan a menudo. Este mensaje es un shock tan grande para la psique, un desafío tan grande para nuestro orgullo e individualismo, que se necesita toda una vida de práctica y mucha vulnerabilidad para asimilarlo —como el patrón de todo, y no solo de esto.
El pan y el vino juntos son sustitutos de los mismos elementos del universo, que también disfrutan y comunican la presencia encarnada. ¿Por qué nos resistimos tanto a este mensaje? Las iglesias auténticamente eucarísticas deberían haber sido las primeras en reconocer la naturaleza corporativa, universal y física de la “cristificación” de la materia. Mientras que los católicos afirman correctamente la Presencia Real de Jesús en estos elementos físicos de la tierra, la mayoría no se da cuenta de las implicaciones de lo que han afirmado. El pan y el vino se entienden en gran medida como una presencia exclusiva, cuando en realidad su función completa es comunicar una presencia verdaderamente inclusiva —y siempre impactante.
El verdadero creyente está comiendo lo que tiene miedo de ver y de aceptar: El universo es el Cuerpo de Dios, tanto en su esencia como en su sufrimiento.
La Eucaristía es un encuentro del corazón cuando reconocemos la Presencia a través de nuestra propia presencia ofrecida. En la Eucaristía, vamos más allá de las meras palabras o del pensamiento racional y vamos a ese lugar donde ya no hablamos del Misterio; comenzamos a masticarlo. Jesús no dijo: "Piensa en esto" o "Mira esto" o incluso "Adora esto". En cambio, dijo: “¡Come esto!”.
Debemos trasladar nuestro conocimiento al nivel corporal, celular, participativo y, por lo tanto, unitivo. Debemos seguir comiendo y bebiendo el Misterio, hasta que un día se nos descubra, en un momento indefenso, “¡Dios mío, soy realmente lo que como! Yo también soy el Cuerpo de Cristo.” Entonces podemos de ahora en adelante confiar y permitir lo que ha sido verdad desde el primer momento de nuestra existencia. La Eucaristía debería funcionar como un arma paralizante, no solo como una bonita ceremonia. Tenemos dignidad y poder fluyendo a través de nosotros en nuestra simple y desnuda existencia —y todos los demás también, aunque la mayoría no lo sepa. Una conciencia corporal de este tipo es suficiente para orientar y potenciar toda nuestra vida de fe.
Es por eso que debo aferrarme a la creencia ortodoxa de que hay Presencia Real en el pan y el vino. Para mí, si sacrificamos la Realidad en los elementos básicos y universales, terminamos sacrificando la misma Realidad en nosotros mismos.
1 Adaptación de Richard Rohr, The Universal Christ: How a Forgotten Reality Can Change Everything We See, Hope for, and Believe (New York: Convergent, 2019), 131–132, 134, 136, 137.
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