Permanecer en Comunión
Nada está solo
Permanecer en Comunión
jueves, 29 de diciembre de 2022
En esta homilía, el padre Richard ilustra nuestra unión inherente con Dios —y el pequeño yo que nos mantiene separados. 1
Pasamos por nuestras vidas, nuestros años en esta tierra, pensando en nosotros mismos como separados. Esa sensación de separación básicamente causa cada cosa estúpida, pecaminosa y tonta que hacemos. El pequeño yo separado se ofende cuando las personas no nos muestran el debido respeto. El yo separado miente, roba y hace cosas desagradables a otras personas. Cuando estamos separados, todo es para protegernos y defendernos. Esto consume nuestras vidas.
Una palabra para superar ese falso sentido de separación, ese yo ilusorio, es el cielo y, francamente lo que nos ofrece la muerte. Es simplemente volver a la Fuente de la que venimos, donde todas las cosas son Una. Todo el mensaje del evangelio es unión radical con Dios, con el prójimo e incluso con nosotros mismos. Creo que eso muchos de nosotros nos sentimos atraídos por la iglesia cada semana —para recibir la comunión y eventualmente, con suerte, darnos cuenta de que estamos en comunión.
Probablemente ninguna historia del evangelio dice esto de manera más clara y directa que la parábola de la vid y las ramas (Juan 15:1–10). Jesús dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva, y vosotros (nosotros) sois las ramas”. Mientras permanezcamos en esa relación, estaremos enamorados y unidos. Cada vez que hacemos algo sin amor, en ese momento, estamos fuera de la unión. Incluso si es solo un pensamiento negativo, enojado o crítico, ¡siempre! lo hacemos por una sensación de desunión Y Jesús dice claramente que no sirve. Una vez que la rama se corta de la vid, también podemos tirarla al fuego porque no va a dar ningún fruto. No está amenazando. Solo está hablando prácticamente, como si fuera el dueño de la viña.
Ahora, esa es una declaración bastante fuerte sobre nosotros y las elecciones que hacemos desde ese estado innecesario de separación. Nunca hemos estado separados de Dios excepto en nuestros pensamientos, ¡pero nuestros pensamientos no siempre son ciertos! Tampoco estamos separados de nadie más. Lo que sea que nos separe unos de otros —nacionalidad, religión, etnia, economía, idioma— son solo accidentes que pasarán. Somos Uno en Dios, con Cristo y entre nosotros. “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos” (Juan 15:5). ¡Ojalá pudiéramos vivir de esa manera cada hora!
Todos nos retraemos en nosotros mismos. Hacemos pucheros, nos quejamos, nos resentimos y tememos. Eso es lo que hace el pequeño yo. El pequeño yo, la rama cortada de la vid no puede hacer nada según este evangelio. Entonces Jesús dice: “Permaneced en mí como yo permanezco en vosotros” (Juan 15:4). La promesa es constante del lado de Dios. La única pregunta es de nuestro lado. ¿Elegimos vivir en esa unión? Cada vez que hacemos algo con respeto, con amor, con simpatía, con compasión, con cuidado, con servicio, estamos operando en unión.
1 Adaptación de Richard Rohr, “The Illusion of a Separate Self,” homily, May 6, 20
Comentarios
Publicar un comentario