Herejía de la perfección
Seamos delicados con nosotros mismos, con todo y las partes destrozadas, confiando en que todo en nosotros es valioso.
Aprovechar nuestra imperfección
Herejía de la perfección
Domingo, 27 de julio de 2025
El Padre Richard Rohr disipa el mito arraigado de que nuestros esfuerzos por ser perfectos nos hacen más dignos de amor o valiosos para Dios. [1]
Existe una percepción errónea común que distorsiona profundamente la lectura de las Escrituras y gran parte de la espiritualidad. La llamo "capitalismo espiritual", que se centra en la filosofía común de "Puedo hacerlo, debo hacerlo y lo haré". Esta es la mentalidad de la conciencia del ego en sus primeras etapas. Pone todo el énfasis y la confianza total en "mí", mi esfuerzo y mis logros espirituales. Tiene poca confianza activa en la gracia y la misericordia de Dios. Desafortunadamente, la energía que lo impulsa es el miedo y un mayor esfuerzo, en lugar de una confianza serena y gratitud. Se trata de ascender en lugar de rendirse. Lo primero se siente bien, mientras que lo segundo se siente como caer, fracasar o incluso morir. ¿A quién le gusta eso? Ciertamente no al yo separado. El ego siempre quiere sentir que ha alcanzado la salvación de alguna manera. La gracia y el perdón siempre son una humillación para el ego.
El movimiento conocido como jansenismo, en los siglos XVII y XVIII, es una distorsión teológica que enfatizaba la austeridad moral y el temor a la justicia divina más que la confianza en su misericordia. Se entendía que Dios era iracundo, vengativo y punitivo, y se encontraron todas las Escrituras pertinentes para afirmar estos mismos puntos. Es difícil encontrar un cristiano occidental, ya sea católico o protestante, que no haya sido formado por esta teología. La mayoría de los cristianos tradicionales hablan sinceramente de la gracia y la misericordia, pero en la práctica creen que la vida se trata casi exclusivamente de rendimiento y logros morales.
La manifestación común de este patrón recurrente podría simplemente llamarse perfeccionismo. La palabra en sí proviene de un solo pasaje en Mateo 5:48, donde Jesús nos dice: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». Por supuesto, la perfección como tal es un concepto divino o matemático y nunca ha sido humano. Jesús lo ofrece como guía para amar a nuestros enemigos, de lo cual acaba de hablar (5:43-47). Sin duda, está diciendo que no podemos obedecer este mandamiento humanamente imposible con la fuerza de voluntad, sino solo entregándonos a la Perfección Divina que puede y quiere fluir a través de nosotros. En otras palabras, no podemos ser perfectos por nosotros mismos, pero Dios sí. Sin embargo, usamos este pasaje para dar a la gente la impresión opuesta: ¡que sí podrían ser perfectos por sí mismos!
Al proclamar a Santa Teresita de Lisieux como Doctora de la Iglesia, el Papa San Juan Pablo II dijo: «Ella ha hecho brillar el Evangelio de forma atractiva en nuestro tiempo... Ayudó a sanar las almas de los rigores y temores del jansenismo, que tendía a enfatizar la justicia de Dios en lugar de la misericordia divina». [2]
Teresa, con razón, llamó a esta espiritualidad su «Caminito». No era más que una simple y clara recuperación del mensaje puro del Evangelio. Fue ella (y Francisco de Asís) quienes me dieron el coraje, cuando era joven, para leer las Escrituras a través de esta lente primaria de pequeñez en lugar de alguna posible grandeza.
1 Adaptado de Richard Rohr, Yes, And…: Daily Meditations (Franciscan Media, 2019), 291–293.
2 Juan Pablo II, Divini Amoris Scientia [La Ciencia del Amor Divino], carta apostólica, octubre 19, 1997, sección 8.
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