Francisco y el Evangelio
Testimonio y Práctica Franciscana
Francisco y el Evangelio
Domingo, 28 de septiembre de 2025
El Padre Richard Rohr describe cómo las enseñanzas de Francisco de Asís se convirtieron en el fundamento de la espiritualidad franciscana.
San Francisco de Asís (1182-1226) fundó su comunidad con una clara intención: «La Regla y la vida de los Frailes Menores es simplemente vivir el Evangelio». [1] La primera Regla (la guía para el estilo de vida de la comunidad), que comenzó a escribir alrededor de 1209, era poco más que una colección de pasajes del Nuevo Testamento. Cuando Francisco la envió a Roma, el Papa la revisó y dijo: «Esto no es una Regla. Es solo el Evangelio». Se puede escuchar a Francisco decir: «Sí, ¡ese es el punto! ¡No necesitamos otra Regla que el Evangelio!». Ser franciscano no es otra cosa que buscar siempre «la médula del Evangelio», como él la llamaba. [2] Francisco creía que el propósito y la meta de nuestra vida es vivir la médula o el núcleo del Evangelio. Honestamente, la esencia es muy simple; lo difícil es vivirla. [3]
Cuando Francisco leyó las Bienaventuranzas, el discurso inaugural de Jesús, vio que el llamado a ser pobre estaba justo en el principio: "¡Bienaventurados los pobres de espíritu!" (Mateo 5:3). A partir de entonces, la lectura del Evangelio de Francisco consideró la pobreza como "el fundamento de todas las demás virtudes y su guardiana". [4] Mientras que otras virtudes reciben el reino solo en promesa, la pobreza ahora está investida del cielo: "De ellos es el reino de los cielos" (Mateo 5:3). ¡En presente!
Como resultado, la espiritualidad franciscana nunca ha sido una abstracción. Se basa en las instrucciones específicas de Jesús a sus discípulos, no en ideologías ni certezas denominacionales. La vivencia del Evangelio de Francisco fue precisamente eso: un estilo de vida sencillo. Fue la continua encarnación de Jesucristo en el espacio y el tiempo. Fue la presencia del Espíritu asumida como si fuera real. Fue ser Jesús más que simplemente adorarlo. En su máxima expresión, la vida franciscana no se reduce a palabras ni a ética. Es carne —carne desnuda, vulnerable—, incapaz de negar sus limitaciones, incapaz de cubrir sus heridas. Francisco llamó a esta desnudez interior «pobreza».
Esta visión pura de la vida atrajo a miles de personas a una nueva libertad en la Iglesia y en el ministerio. Las comunidades religiosas se habían visto cada vez más envueltas en estipendios y ricas propiedades. Sus miembros vivían vidas sencillas individualmente, pero colectivamente gozaban de seguridad e incluso comodidad. Las órdenes mendicantes (de mendicidad) como los franciscanos se crearon para romper ese peligroso matrimonio entre el ministerio y el dinero. Francisco no quería que sus frailes predicaran la salvación (aunque también lo hacían) sino que fueran la salvación. Quería que modelaran y reflejaran la vida de Jesús en el mundo, con toda la vulnerabilidad que ello conlleva. Por eso, muchas personas suelen atribuir el dicho «predica el Evangelio en todo momento y, cuando sea absolutamente necesario, usa palabras», para describir el deseo de Francisco de vivir el Evangelio en todo momento. [5]
1 Francis of Assisi, “The Later Rule” (1223), chap. 1, in Francis of Assisi: Early Documents, vol. 1 (New City Press, 1999), 100.
2 Thomas of Celano, “The Remembrance of the Desire of a Soul,” chap. 158, in Francis of Assisi: Early Documents, vol. 2 (New City Press, 2000), 380.
3 Adaptado de Richard Rohr, Franciscan Mysticism: I AM That Which I Am Seeking (Center for Action and Contemplation, 2012). Available as MP3 audio download.
4 Del prólogo de “Intercambio sagrado entre San Francisco y la Señora Pobreza”, en Francis of Assisi: Early Documents, vol. 1 (New City Press, 1999), 529.
5 Adaptado de Richard Rohr with John Feister, Hope Against Darkness: The Transforming Vision of Saint Francis in an Age of Anxiety (St. Anthony Messenger Press, 2001), 111–112.
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